Discipulado de 11 sesiones en donde aprendemos acerca de porque un cristiano debe desear y amar el servir a Dios, en su iglesia, comunidad o en todo lugar, asi como vemos cual es el verdadero servicio que le agrada a Dios y como hacerlo.

En “Plan Familiar Cristiano”, el servicio es un pilar fundamental que sostiene la comunidad de creyentes. Este acto de entrega y dedicación no solo fortalece la relación personal de los congregantes con Dios, sino que también construye lazos profundos y significativos entre los miembros de la iglesia, transformándolos en una verdadera familia espiritual.

El servicio en “Plan Familiar Cristiano” ofrece numerosos beneficios para quienes participan. Al servir, los congregantes encuentran una forma tangible de expresar su amor y devoción a Dios. Este acto de amor se refleja en cada acción al dar apoyo en las actividades de la iglesia. Cada pequeño gesto de servicio es una semilla plantada que crece y florece, acercando a los individuos más a Dios y entre ellos.

Además, el servicio fomenta un sentido de pertenencia y unidad. Los miembros de la iglesia se unen en un propósito común, trabajando juntos hacia objetivos compartidos. Esta colaboración no solo fortalece la comunidad, sino que también ayuda a los individuos a ver a sus compañeros de congregación como una verdadera familia. En “Plan Familiar Cristiano”, el servicio es el puente que une corazones y vidas, creando un ambiente de amor, apoyo y crecimiento mutuo.

Es esencial destacar que el mayor beneficio del servicio es para el propio servidor. Aunque se realiza con la intención de honrar a Dios, es el servidor quien experimenta la mayor transformación. Al dar de su tiempo y esfuerzo, los individuos descubren un profundo sentido de propósito y realización. El acto de servir les permite desarrollar una mayor empatía, humildad y gratitud. Este crecimiento personal y espiritual es un regalo invaluable que enriquece la vida del servidor de maneras inimaginables.

En resumen, el servicio en la iglesia “Plan Familiar Cristiano” es una práctica invaluable que acerca a los congregantes a Dios y entre sí, transformándolos en una verdadera familia espiritual. Es un acto de amor que beneficia tanto a la comunidad como al servidor, promoviendo el crecimiento personal y espiritual de todos los involucrados.